El doctor Julio Font Tió, Profesor Titular de la Universidad de Ciencias Medicas de Matanzas y Premio Nacional de Pedagogía 2010, rememora con particulares lujos de detalles ese lunes 17 de abril de 1961 en Playa Girón.
“Como no recordar ese día, resulta que sobre las 4 de la madrugada, mi hermano que era camarógrafo de CMQ me llama por teléfono y me dice: se tiraron. Fue suficiente ese rápido aviso para comenzar a llamar a mis compañeros y constituir un equipo de cirugía; tarea complicada por la cantidad de especialidades que se integran, pero por suerte, la disposición fue rápida y antes del mediodía llegamos al hospital de Jovellanos, en el centro de la provincia”.
Interrogado sobre las calamidades que podría haber tratado como cirujano en las primeras horas de la invasión, nos mira detenidamente y comenta: “Bastó apenas media hora de haber improvisado el quirófano, para recibir heridos. La guerra genera horribles consecuencias. Cuerpos destrozados, miembros mutilados, órganos fuera de sus cavidades, y esas quemaduras de napalm que junto a la cura, saltaban los girones de piel”.
Pero Julio nos mira fijamente y en voz que torna casi un susurro confiesa: “Mira, jamás se me olvidará la mirada de ese joven de apenas 20 años. Llegó el mismo día 19, casi en la noche, con las caras internas de los muslos destrozadas, le faltaban los genitales y tenía un horrible agujero en el periné desde el que afloraban las vísceras”.
El notable cirujano matancero guarda silencio y luego de llevar su dedo índice a la boca comenta: “Ese muchacho apenas tenía pulso, tampoco presión y con ese hilillo de vida que le quedaba, me miró fijamente y luego de una sonrisa de satisfacción, una real sonrisa que me pareció imposible en su estado, gritó con fuerzas que no alcanzo a saber de dónde -y perdone usted que no suelo usar esa palabra-, pero en honor a ese valiente, he de mencionar tal como fue: coñoooo, pero ganamos.”
“Esa frase y esa mirada de satisfacción en un momento tal crucial, me han martillado siempre, sobre todo en los momentos difíciles. Esa mirada no era de un moribundo, de quien sabía iba a morir inexorablemente. El joven no mostraba una expresión de espanto ni temor y muchos menos arrepentimientos. Por eso, hoy es que lo revelo, a casi medio siglo, porque es un homenaje al valor que dedico a nuestra juventud porque sé que en ella, está el futuro de nuestro socialismo.”
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