Hasta el pantano se alzó contra el ultraje.
El día comienza en Playa Girón. El astro rey aún no asoma y desde nuestro nuevo local de trasmisiones muy cerca del museo que recuerda la epopeya de abril de 1961, reúno detalles en mi pensamiento de todas esas vivencias que por estos días cienagueros y combatientes comparten con el equipo Girón Rebelde.
Fresca y apacible la madrugada nos convida al repaso de pasajes indelebles de una historia que nos pertenece. Por más que intento imaginar ese cielo estrellado y este pedazo de tierra del gran humedal bajo las balas enemigas solo alcanzo a comprender la desesperación de los pobladores que 50 años atrás se vieron obligados a interrumpir el descanso nocturno para poner a salvo sus vidas.
Algunos se refugiaron en el monte según nos cuentan: mujeres con niños, ancianos, familias enteras que despertaron bajo supuestos truenos, pero que no eran más que las muestras más certeras del comienzo de la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos.
Desde las 2:00 a.m. había comenzado el desembarco por Playa Larga y Playa Girón con apoyo aéreo y lanzamiento de paracaidistas. Era el día y el lugar muy bien escogidos para que las tropas enemigas conformadas por 1511 hombres iniciara la presunta ocupación del territorio.
Era el primer día y duros combates sostuvieron las nuestras fuerzas con los que venían a usurpar nuestro espacio y nuestra libertad. Los mercenarios venían dispuestos a todo, incluso a quitarles las vidas a los civiles o tomarlos como rehenes si era necesario.
Ese día ganamos también una importante batalla en Pálpite, y los diversos batallones de las Milicias Nacionales Revolucionarias se desplegaban por toda la zona para impedir el avance de los invasores.
Medio siglo nos separa ahora de aquel hecho que costó la vida a 156 compañeros. 65 horas después de aquella madrugada del 17 nuestros combatientes le propinaron la primera gran derrota al imperialismo yanqui en América Latina.
En Playa Girón se respira esa historia. Testigos vivientes y pruebas de los hechos quedan como evidencia de aquella epopeya del pueblo cubano. Pero en estas costas el mar muestra hoy sus aguas tranquilas. Otro Girón convoca y espera por la reacción resuelta de los cubanos.
Llama la atención como en tan poco tiempo, con muy pocos recursos, se organizaran hospitales de campaña, cocinas para el frente, centros de información para que familiares conozcan del paradero de sus soldados, de los que permanecían vivos y de los que perdieron sus vidas en defensa del socialismo.
Es un viaje a los orígenes de estos hechos, que en la complicidad de la madrugada nos asalta y se nos revela como en montaje cinematográfico, donde planos, muy breves, de apenas dos, tres segundos, nos ponen ante escenas en los que se muestran heroísmo y dolor, muerte y alegría, esperanza y desencantos.
Comienza a aclarar y se nos devela el cienaguero en su ajetreo diario, tranquilo, esperanzador y con esa resolución, casi disimulada; en un gesto de generosa humidad y orgullo de vivir en un sitio donde la joven revolución demostró lo que era capaz de defenderse. Como dijera un cienaguero de surcos de tiempo en su cara y manos: hasta el pantano se alzó contra el ultraje.
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